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Crear una, dos, tres Argentina

Argentina puede ser una viva demostración de que se han equivocado, de que la libertad puede avanzar con sólidos pasos en esta región del mundo, y que cuando eso sucede el progreso es su consecuencia.

 

Por: Diego Mendoza

Twitter: @Diego_Menher

Me ha llamado poderosamente la atención lo que ha estado ocurriendo últimamente en la vida política de Argentina, sobre todo a partir de la elección de Javier Milei como diputado de la ciudad autónoma de Buenos Aires, en las elecciones del pasado año 2021, por la sencilla razón de que no es común en Latinoamérica escuchar que alguien con las ideas que él defiende se atreva a postularse a un cargo estatal.

Por lo general, quienes defienden con sólidos argumentos la idea de que el Estado debe ser reducido cada vez un poco más para que ello permita al individuo tener mayor libertad de acción, sienten un rechazo radical por el aparato estatal que les impide llegar a formar parte del mismo, por considerarlo una contradicción a sus ideas. Puesto que, si consideran que el Estado es el enemigo, como sostenía Albert Jay Nock, a raíz de la naturaleza coercitiva del mismo, entonces ser miembro de este significaría aliarse con aquello de lo que se dice estar en contra.

Es en parte por esta consideración que Javier Milei rifa su sueldo como diputado, en vista de que considera que ese dinero fue extraído a todos los ciudadanos de manera violenta vía impuestos. Las rifas las realiza mensualmente y en ellas puede participar cualquier argentino.

Pese a esto, varios le siguen criticando su incursión en la política, tendiéndose un amplio debate al respecto. Pero son precisamente estos debates los que me emocionan y me hacen ver a Argentina con optimismo, puesto que, como sostiene Alberto Benegas Lynch (hijo), otro gran defensor de las libertades individuales, es del intercambio permanente de ideas de donde surgen soluciones para avanzar.

Curiosamente, las sociedades donde se evidencia una homogenización del pensamiento, tienden a ser a las que más les cuesta llegar a acuerdos, esta es una de las reflexiones a las que llega Friedrich von Hayek en su ensayo “Individualismo: el bueno y el malo”. Tal vez esto se deba a que tener planteamientos distintos en torno a un tema hace que se deba reconsiderar una postura, analizándola con mayor cuidado.

Personas como Antonella Marty, Martin Krause, Roberto Cachanosky, Iván Cachanosky, Nicolás Cachanosky, Iván Carrino, Agustín Etchebarne, Adrián Ravier, Aldo Abram, Guillermo Covernton, Ricardo Mauricio Rojas, Gabriel Zanotti, Javier Milei, y por supuesto, Alberto Benegas Lynch (hijo), han corrido el eje de debate, como diría este último personaje mencionado, proponiendo cambios de fondo en la política del país.

Por ejemplo, si dos personas discuten acerca de la necesidad de una educación “pública” de mejor calidad, y uno de ellos propone para alcanzar esta meta una mayor cantidad de fondos del gasto público, mientras que el otro sostiene que lo mejor es contratar reconocidos profesores europeos, entonces cualquiera de los individuos nombrados irrumpiría ese debate con una pregunta como: “¿Y si toda la educación es privada para que así cada quien escoja con su propio dinero qué educación le gustaría que recibieran sus hijos, de tal manera que la competencia que se generare lleve a tener que brindar una educación de buena calidad?”.

Y lo mismo ocurre cuando se discute acerca del dinero, mientras unos hablan de la necesidad de que los dirigentes del Estado moderen la política expansionista llevada a cabo desde el Banco Central para financiar el gasto público y conceder estímulos, estos intrépidos personajes propondrían eliminar el Banco Central e ir directamente a un sistema de libre competencia de monedas.

Son pues estas posturas las que sacan de orbita a muchos, y les hacen replantearse sus conceptos. Claro está que es un trabajo de años, me atrevo a decir que, iniciado por el gran Juan Bautista Alberdi, quien a mediados del pasado siglo XIX ya defendía que la libertad individual era el único garante del progreso de la sociedad, y ella sólo se conseguía reduciendo el poder del gobierno.

Así pues, el trabajo de hormiga sostenido en el tiempo, por hombres como Alberto Benegas Lynch (padre) quien llevó a Ludwig von Mises a dictar en 1959 un ciclo de conferencias en Buenos Aires, es evidencia de que no se había estado arando en el mar, que las semillas de la libertad habían caído en tierra fértil, y estaban brotando poco a poco de generación en generación. Estas ahora se pueden ver claramente en la esencia de grupos como Fundación Libertad y Progreso, Fundación Internacional Bases, Fundación Atlas para una Sociedad Libre, entre otras, donde se discute desde la despenalización de aborto o las drogas, hasta la viabilidad de la justicia privada.

La mayoría de las veces me topo con personas que me aseveran que en Latinoamérica no hay solución posible para el grueso de nuestros problemas, y que sería inútil dedicar tiempo a cambiar las cosas, pero Argentina puede ser una viva demostración de que se han equivocado, de que la libertad puede avanzar con sólidos pasos en esta región del mundo, y que cuando eso sucede el progreso es su consecuencia.

Si en 2023 un candidato que cree en la libertad, llámese Javier Milei, o cualquier otro, es electo presidente, puede impulsar cambios significativos que ayuden a sacar al país del limbo en el que se encuentra, a partir de medidas como la reducción o eliminación de impuestos, trámites burocráticos, aranceles y gasto estatal. Flexibilizando el mercado laboral, y liberando el sistema de pensiones para que cada quien decida qué hacer con su dinero. A su vez que se busque la plena independencia del sistema judicial para que exista mayor eficiencia en la protección a la propiedad. Se respete y aumente la autonomía de las provincias y su derecho a la secesión, y por supuesto, se elimine la banca centralizada.

No digo que ello sea fácil de lograr, pero si se huye al debate de ideas, si no se defienden las posturas con sólidos argumentos, si se cree que el individuo nació estatista, y que el lamento y el desgano es lo único que nos queda, entonces no podremos cambiar jamás nuestro trayecto. Si bien las ideas de la libertad se enseñan con el ejemplo, también se contagian escribiendo libros, artículos y creando contenido multimedia para compartir en los diferentes medios de comunicación, o sosteniendo conversaciones en plazas y cafés de ciudades y pueblos, pues como escribía Mises en su libro Liberalismo: “las armas intelectuales son mucho más letales que las bayonetas y las salvas artilleras”.

Para concluir, quiero agradecer a cada una de las personas que mencioné como ejemplo vigente de defensores de la libertad. Pese a que en algunos temas puedo diferir con estos, lo importante es que todos han demostrado estar dispuestos a cambiar de ideas, a debatir con respeto, claridad y entusiasmo, y a vivir bajo la máxima del respeto al prójimo.

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