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Los empresarios son… ¿Qué son?

Por Diego Mendoza

Hoy vamos a hablar un poco acerca del empresario, su función, su importancia o aporte a la sociedad, y otras cosas que tienen que ver con estos.

Jesús Huerta de Soto, conocido economista español, da en su libro Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial, una explicación bastante interesante sobre el origen de la palabra empresa, y de la cual podemos partir para desarrollar el concepto de empresario. Él escribe:

«En efecto, tanto la expresión castellana empresa como la expresión francesa e inglesa entrepreneur proceden etimológicamente del verbo latino in prehendo-endi-ensum, que significa descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar; y la expresión latina in prehensa claramente conlleva la idea de acción, significando tomar, agarrar, asir.»

Por ende podríamos decir que empresario es toda persona que emprende una acción a partir de vislumbrar una oportunidad. Asumido de dicha manera, todos hemos sido en consecuencia empresarios a lo largo de nuestras vidas, pues todos al percibir de manera perspicaz una oportunidad para alcanzar un objetivo que valoramos con ahínco por los beneficios que creemos vamos devenir del mismo, nos hemos movido o accionado en su consolidación. Entonces ¿por qué tanta tirria en contra de los empresarios, intentando algunos incluso convertir el adjetivo en un término peyorativo?

Bueno, eso se debe a fantásticas campañas culturales que han emprendido durante largos años muchos políticos y escritores en pro de crear demonios en el imaginario popular, intentando persuadir a los individuos para entrar en conflictos. Quien es listo y prudente en su proceder, se toma el tiempo requerido para investigar y comprender los conceptos, es decir, para aclarar las ideas, en lugar de permitir que la retórica de otros le conduzca al falso conocimiento.

Partiendo del concepto ya desarrollado de empresario podemos hablar de la función empresarial. El empresario crea una idea en su mente a partir de cierta información que ha recopilado a través de hacer vigilias en un área X del mercado que llama su atención, y a partir de especular considerando que el desarrollo de su idea ganará el aprecio del consumidor puesto que satisfará mejor sus necesidades sobre cualquier otra idea semejante que está a su alcance, se avoca a conseguir los factores de producción que amerita, debiendo para ello ofrecer el suficiente dinero para que no sean adquiridos para otro propósito. Su éxito final dependerá del público, quien le dirá a través de sus compras o abstenciones si hizo bien su trabajo.

En síntesis, la función empresarial consiste en saber adelantarse al cubrimiento de los deseos de los consumidores, deseos que muchas veces ni ellos mismos han planteado con exactitud.

Pero como ya dijimos, el empresario puede o no tener éxito. ¿Cómo sabe cuándo se logra un beneficio y cuándo se incurre en una pérdida? Ludwig von Mises lo explica de la siguiente manera en su obra La Acción Humana:

«[El empresario] entre los costes de producción sabe que debe incluir el potencial precio de mercado de su trabajo personal, los intereses efectivamente pagados en razón a créditos obtenidos y, así mismo, los eventuales intereses que, de acuerdo con las condiciones del mercado, podía haber devengado si hubiera prestado a terceras personas el capital propio invertido en el negocio. Sólo si los ingresos superan la cuantía de todos estos costes puede el empresario considerar que ha obtenido auténtico beneficio.»

Por consiguiente, en caso contrario a lo dicho habrá incurrido en pérdidas, pues pudo haber dedicado todos los medios de los que echó mano para la obtención de otros fines más valorados por el consumidor. Por lo que su tarea no es sencilla pero, sea cual fuere el resultado de su acción, habrá generado algo positivo para el mercado. ¿Qué cosa? Nueva información, pues si acierta y obtiene beneficio esto inmediatamente les indicará a los demás empresarios que deben utilizar parte de los escasos medios de producción para cubrir esa necesidad específica, formándose así nuevas líneas de conexión entre los distintos vendedores y compradores de bienes de producción y de consumo. Y si contrariamente cosecha pérdidas, le estará diciendo a sus colegas que ese procedimiento no debe ser imitado y que las apetencias del consumidor se hallan en otras direcciones.

En síntesis, el resultado sea cual fuere de la función empresarial es esencial para el mercado.

Una vez que ya hemos llegado a este punto, quisiera hacer algunas observaciones respecto a ciertas opiniones que he conocido sobre los empresarios, opiniones de empalagosa idolatría, por ejemplo, una vez oí a un economista decir que las plazas públicas deberían tener estatuas de empresarios, puestos que estos son quienes han dado aportes reales para mejorar la calidad de vida. Yo personalmente difiero puesto que soy de los que creen que si alguien quiere erigir una estatua para honrar a otra persona, lo debe pagar de su propio bolsillo –o buscar personas que deseen colaborarle-, darle al Estado tal derecho como lo tiene hoy en día, significa que el político de turno tiene luz verde para homenajear a quien él considere lo merece, pero pagando todos los gastos de las loas con nuestro dinero. De manera que si hoy se le autorizó para que mandara a hacer una estatua de broce de Walt Disney, mañana no nos podremos quejar si la estatua que decide posicionar en la plaza es la de Ernesto “Che” Guevara.

Y otro punto del cual difiero, es de la recurrente idea que varios reconocidos escritores han expresado de que la caída en desgracia de países como Venezuela, o la actual crisis que atraviesa Chile, se debe a que “la élite empresarial” que es según estos la que ostenta “la reserva moral e intelectual” de la nación, se han decidido por no actuar en pro de la libertad. Como ya vimos previamente, el empresario es llanamente aquél que consigue visualizar una oportunidad utilizando de manera provechosa los medios para alcanzar un fin que irá a atender una necesidad del consumidor, a dicho fin el empresario le ha concedido un valor superior a todos los costes en los que se verá obligado a incidir. Nada indica que el empresario deba ser una persona con buenos modales, sólidos valores, y claros conocimientos. Hay empresarios que ni siquiera parecen entender en un principio el sistema económico que les ha permitido pasar de no tener nada, a consolidar beneficios empresariales. Además se puede suscitar el caso como lo señala Thomas J. DiLorenzo en su libro Crimen Organizado. El Estado: la verdad sin maquillaje, de que:

«Las grandes empresas a menudo apoyan y promueven onerosas regulaciones gubernamentales en materia medioambiental y de «seguridad» porque saben que su cumplimiento será tan costoso que probablemente arruinará a sus competidores más pequeños al tiempo que, y lo que es más importante, desanimará a otros que se planteen entrar en su mercado.»

De allí que un empresario pueda convertirse por decisión propia en un psudoempresario o empresario de lobby, que son quienes trabajan bajo el ala protectora del Estado, perjudicando directamente al consumidor, pues en los mercados intervenidos las empresas no deben preocuparse por estar en constante movimiento para mejorar la calidad de sus procesos y de sus productos, las pérdidas en las que puedan llegar a incurrir son inmediatamente cubiertas con paquetes de ayudas especiales pagadas con dinero que luego le es robado a los ciudadanos en forma de cuotas impositivas. Por supuesto que en este punto también juega un papel importante la autonomía y eficiencia de las instituciones que componen al Estado, las cuales deberían ser un sistema de pesos y contrapesos que entre otras cosas eviten la intervención del mercado, así que en definitiva el dinamismo de este juego arbitrario sólo puede darse en confabulación con las autoridades políticas.

Y claro que hay empresarios que no se prestan para financiar campañas políticas bajo la promesa de que luego serán compensados con prebendas estatales, estos suelen ser los que comprenden el inmenso beneficio que representa el libre mercado para ellos, su descendencia y el prójimo, pero generalizar diciendo que los empresarios son la élite encargada de salvaguardar los destinos del país, me parece un absurdo.

Para concluir, empresario es quien con sagacidad determina tras un largo cavilar, un fin destinado a cubrir de manera óptima futuras necesidades de los consumidores, debiendo para ello buscar y conectar los medios más idóneos, esperando siempre alcanzar un beneficio, es decir, que el resultado de su acción le genere una valor superior al que habría extraído de dedicar todos los factores en un proyecto distinto. Como nota final, es importante entender que un capitalista –un inversor- es también un empresario, pues ha emprendido la misma acción especulativa esperando un resultado favorable.

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