Latinoamérica tiene frente así la tarea de reconsiderar su papel en este nuevo mundo mucho más regional

Por Olivier Roqueplo

La idea del multipolarismo viene, como el BRICS, del mundo económico. Y como el BRICS, el multipolarismo se ha transformado en una llave para el cambio del mundo. El multipolarismo debe remplazar el unipolarismo, un sistema de relaciones dominado por la centralidad de EE. UU. y su dominación sobre otras potencias de gran importancia como Alemania, Francia, Italia, Japón, Gran Bretaña.

Con la emergencia de nuevos polos económicos, el unipolarismo fue cada vez menos realista para describir la realidad. Sin embargo, el contenido económico tenía una significación política. Frente al unipolarismo nació el multipolarismo, la idea de un mundo (económico) basado sobre polos cada vez más independientes de EE. UU.

Este sistema se ha convertido en una ideología empleada notablemente por Rusia, China, Irán, países latinoamericanos y otros para luchar contra lo que podemos llamar el orden internacional colonial. Ello es colonial ya que vemos una perfecta continuidad entre este orden descrito por el presidente chino Sun Yatsen en su discurso de Kobe sobre el panasiatismo en 1924 y el mundo de 2023. Un siglo después, las mismas potencias o casi las mismas se portan exactamente de la misma manera para dominar el mundo y amenazar a los países que rehúsan su dominación. Pero en 2023, el colonialismo, la ideología sobre la cual era basada el orden mundial, alcanzó su fin.

La primera potencia económica y diplomática del mundo es China. La primera potencia demográfica del mundo es India. La primera potencia militar del mundo parece ser Rusia en 2023 después de un ano de resistencia frente a la OTAN. Los paises de la OTAN, notablemente EEUU, la UE y Gran Bretana, han perdido su estatuto de lider moral, juridico y politico. El mundo no les obedece más. No lograron aislar a Rusia, no la vincieron y no pudieron impedir el desarrollo del BRICS incluso durante la guerra de Ucrania y bajo las sanciones más fuertes.

Lo importante es que el fin del colonialismo representa una revolución completa de la estructura política, económica y cultural del mundo ya que el colonialismo justificaba la centralidad de las potencias occidentales y la obediencia directa o indirecta de las otras que de cierto modo la aceptaban.

El colonialismo de que hablamos aquí no tiene nada que ver con las colonizaciones ibéricas que son mucho más antiguas y que continuaban la colonización romana y las tendencias geopolíticas medievales como la Reconquista. No. Aquí hablamos del colonialismo clásico nacido en el siglo XVIII con la victoria de Gran Bretaña en India y que implicaba una dominación ideológica total del Hombre anglosajón (o francés o alemán) sobre todas las razas y culturas del mundo en todos los aspectos de la vida (tecnológico, literario, financiero, religioso, político, etc.).

Este elemento central está desapareciendo. Y el nuevo orden mundial que viene es probablemente un retorno al mundo precolonial, al mundo del siglo XVII, es decir a un mundo donde las relaciones internacionales tendrán un aspecto mucho más cultural. ¿Por qué?

Porque antes del siglo XVIII y del colonialismo clásico inglés y francés, el mundo era organizado en civilizaciones radicalmente diferentes que tenían relaciones lejanas. La reemergencia política y económica de las matrices civilizadores tradicionales como China, India, Irán, Egipto, Anatolia (Turquía), Arabia, México y otras no es una coincidencia sino un símbolo fuerte y coherente. Fueron ellas las grandes potencias mundiales del pasado y ellas dominaban el sistema mundial antes de la Europa norteoccidental.

Los sistemas de relaciones internacionales dependían de la capacidad cultural e intelectual; pensar en el otro e integrarle en su visión del mundo. Lo interesante es que las potencias eurasiáticas y medio-orientales lo hacían mucho mejor que las de Europa occidental por tener las primeras mucho más contactos y experiencia con las otras civilizaciones al tener una posición central entre las otras mientras que Europa occidental (tanto como Japón) vivía al cabo de Eurasia, casi sin vecinos culturales diferentes de ella. Lo interesante es que fue históricamente eso la razón del aislamiento de esta región hasta el siglo XVIII, y que hoy, en 2023, la ideología wokista, el postmodernismo, el LGBTismo, la voluntad de vivir en un pequeño club cerrado (el G7) o en un “huerto” contra el resto del mundo considerado como una “jungla”, demuestran exactamente un retorno a esta Europa norteoccidental cerrada, aislada, que no conocía el mundo exterior y lo llamaba “bárbaro” y lo temía, por no saber cómo incluirlo.

Lo que vemos con sus ojos bajo el nombre de multipolarismo es el retorno de lo antiguo, el retorno del genio de las matrices civilizadores eurasiáticas, africanas y americanas, y el retorno de los temores y de las tinieblas norteeuropeas después de un ciclo de 300 años de apertura y de conquistas violentes. El multipolarismo es esto: la reconstrucción lenta pero segura de un mundo mucho menos “global” y mucho más “regional”. Lo global es un centro único y un desierto caótico bajo su poder. Es el contrario del multipolarismo que implica la “re-mondanizacion” es decir un proceso de pensamiento en el que cada país recibe una cierta función e importancia en el mundo según su significación en una civilización definida. Las civilizaciones que renacen lo están haciendo en varias formas de un modo cultural tanto como económico, político y militar.

El nuevo BRICS+ que incluye a muchas matrices civilizadores (Irán, Arabia, Egipto al lado de China, India, Rusia) es un ejemplo de lo que está pasando. Las civilizaciones exteriores a Europa norteoccidental están aproximándose entre ellas como lo hacían en el antiguo pasado, y lo hacen sin referirse a ella ni a EE. UU. que es su heredero geopolítico. EE. UU., Gran Bretaña y la U.E están convirtiéndose en una periferia segundaria del mundo, algo que parecía imposible hace solo cinco años.

En cuanto a Latinoamérica, hay que reconsiderar su papel en este nuevo mundo. Latinoamérica hace parte del mundo europeo, pero nunca fue ella parte del mundo norteatlantico colonialista.

La Latinoamérica que conocemos hoy en día ya existía como civilización brillante antes del colonialismo de Europa norteoccidental. De hecho, ella vivió su apogeo en el siglo XVII cuando era unida bajo la Monarquía Católica. Ella misma era una civilización particular, latina, católica, sureuropea y centroatlántica. En estos tiempos peleaba ella contra las amenazas protestantes: holandesas, inglesas e incluso francesas.

Empezó hoy la caída de esos enemigos, entonces se trata para Latinoamérica de una liberación. Todos los revolucionarios de las Américas esperaban el fin de ese orden colonialista. Por una parte, lo esperaban por razones ideológicas los izquierdistas, los chavistas y los castristas, por otra lo esperaban también los verdaderos nacionalistas y patriotas de derecha por razones nacionales y culturales.

Pero se trata también de un desafío gigantesco. Tres siglos de dominación extranjera y de modelos importados han debilitado la capacidad de los pueblos latinoamericanos y latinos en general, para pensarse como una civilización y como una auténtica parte del mundo independiente de las otras, como lo era en el siglo XVII en la Monarquía Católica.

¿Qué será Latinoamérica en el siglo XXI? Es una pregunta que es muy urgente que contestar. Pero la respuesta no se puede dar de inmediato. Todo nuestro pensamiento debe de ser trasformado. ¿Qué somos? ¿quiénes somos? ¿Qué podemos proponer en el nuevo mundo y en el orden anticolonialista que está naciendo?

Hace unos días, Argentina recibió el reconocimiento de las potencias del BRICS como representante de América Latina, junto al Brasil fundador del grupo BRICS. Es un acontecimiento muy importante, con un país hispanohablante en el BRICS+. ¿Pero qué pueden hacer hoy Brasil y Argentina? No se trata solo de diplomacia y de economía, sino de cultura, de expresar el “ser latino” al nivel más alto y de construir una verdadera y fuerte visión del mundo, de su mundo latino, por una parte, y del mundo entero por otra parte. Eso no es fácil.

Se acabó el tiempo de copiar las ideas anglosajones y norteeuropeas. Se necesita una reflexión general sobre nosotros, nuestra historia para proponer nuevas ideas que sean en la continuidad de nuestras tradiciones. Lo nuevo viene de lo antiguo. Nuestras ideas deben buscar conceptos latinoamericanos, españoles, portugueses, incluso romanos que son nuestros y fundamentales para nosotros.

No debemos equivocarnos sobre “el Occidente”. Nosotros somos el Occidente latino, todo esto y solo esto, nada más. Los problemas de la U.E o de EE. UU. no nos importan, pero la crisis de la sociedad italiana, portuguesa o española tienen fuertes repercusiones sobre nuestras sociedades. Debemos trabajar juntos a ellas para encontrar soluciones y respuestas fundamentales. Eso no significa obedecerles ni hacer lo mismo que ellas. El centro de gravedad del mundo latino es hoy Brasil y México, ya no es España ni Italia. No obstante, la debilidad de la voz latina en el mundo viene de que los europeos latinos nunca hablan al lado de los latinoamericanos sobre nuestros problemas comunes y es un error fundamental que hay que corregir ya que en la U.E dominan los alemanes y en las Américas EE. UU.

Por otra parte, proponer una nueva visión del mundo significa definir lo que fue la grandeza latinoamericana, y en particular quiénes fueron nuestros grandes hombres.

Por extraño que sea, fue el Brasil de Bolsonaro quien fue uno de los primeros países en darse cuenta de la importancia de este problema hoy en día. La política cultural inspirada por un cierto nivel de olavismo empezó un camino hasta primeras respuestas sobre la misión de Brasil en el mundo, una misión íntimamente lienzada con la historia portuguesa. Así nacieron unas películas importantes como la serie “Brasil: la última cruzada”. Pero eso es solo un inicio. Hay que hacer un esfuerzo inmenso en esta dirección.

Nosotros debemos reconstituir un verdadero panteón latino que incluya mucho menos a los libertadores que a los descubridores, fundadores de ciudades, de puertos, de universidades, de bibliotecas e iglesias, a los jesuitas, franciscanos, escritores, artistas, científicos y probablemente a muchos virreyes españoles y portugueses que impulsaron la prosperidad de nuestros continentes durante 300 años. Este panteón de héroes y genios debe inspirarnos. Además, debe él ensenarnos nuestros fallecimientos en varias sendas y mostrarnos cómo mejorar.

Los chinos están creando una síntesis del comunismo, del capitalismo y del confuceismo. Los indios ya tienen la hindutva, una ideología que une la civilización antigua de India con los problemas del mundo moderno y de su economía. Rusia está inventando una visión propia, ortodoxa, capitalista con raíces rusas más o menos “monarquistas”. Irán construye su futuro sobre los frutos de la Revolución islámica que fue notablemente una revolución religiosa y filosófica de nivel mundial y un re-enraizamiento cultural muy hondo frente a la crisis moderna y postmoderna.

América latina tiene que alcanzar este mismo nivel de fuerza intelectual y cultural para existir en el mundo postcolonial. Ella ya no puede satisfacerse de ideologías revolucionarias socialistas del siglo XX como el chavismo y el castrismo que aún reciben hoy influencias del izquierdismo degenerado de la U.E, ni de modelos anglosajones como lo ha sido en Chile desde los años 1975. Al centro del renacimiento de América latina debe ser la civilización latina, el catolicismo, la hispanidad auténtica, nuestra dimensión oceánica, la herencia romana. América latina no es solo el posible “hogar” del mundo. Ella, como heredera directa de Roma y de la Monarquía católica, tiene una responsabilidad gigantesca frente a sus atavos, a sus hijos y a todos los otros pueblos del mundo: debe ella ser digna de los grandes hombres que empezaron la construcción de nuestro mundo bajo César y que lo hicieron una vez más bajo Cristóbal Colón, Cabral, Enrique el Navegador y Magallanes. Sin nuestro pensamiento cultural, el mundo nuevo que está naciendo hoy no será posible. Un hemisferio entero, el hemisferio latino, transatlántico, está esperando nuestra voz.

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