Las relaciones polaco-rusas no son un conflicto eterno sino una serie de rivalidades, de influencias mutuas, de odio y de amor entre países eslavos hermanos durante los últimos 1000 años

Por Olivier Roqueplo

Las relaciones polaco-rusas son el centro de la presente Guerra de Ucrania que desde septiembre de 2023 se transformó verdaderamente en la III Guerra Mundial con la intervención directa de fuerzas de la OTAN (notablemente polacas) y la movilización rusa. Para más detalles, pueden referirse a nuestro libro, Crónica anunciada de la III Guerra Mundial[1].

Polonia y Rusia son dos países con un origen eslavo común. Y es precisamente este origen común y los lienzos dinásticos intensos que explican las fuertes tensiones históricas entre los dos países.

Por una parte, se trata de rivalidad. Los polacos ya trataban de conquistar la región de Kiev bajo el Gran Príncipe Vladimir en el siglo X. Ucrania, Lituania, Bielorrusia son objetos de rivalidad entre Polonia y Rusia desde hace casi 1000 años y lo fueron incluso en el siglo XX y lo son hoy en día. De hecho, podemos hablar de los dinastas rusos y polacos como de hermanos con los mismos abuelos que se combatían sin fin para aumentar sus territorios y sus derechos y que reiniciaba guerras después de sus matrimonios por razones sucesorales, más o menos como España y Portugal a lo largo de su historia.

Algo poco conocido es la inmensa influencia política mutua de los dos países sobre su vecino. Es imposible entender el camino geopolítico de la Rusia moscovita sin entender que Polonia fue un modelo para ella, en particular en los siglos XVI y XVII, y que este modelo es el origen de las particularidades del imperio ruso, un imperio que no es ruso sino de inspiración eslava y que cada vez más se alejaba de cualquiera referencia a lo ruso, bajo la influencia del imperio o federación polaco-lituana, un estado que también no tenía nada que ver con un estado nacional ni polaco. Y hay que añadir que el modelo polaco del siglo XVI sí mismo venía de Lituania que ella misma lo había creado con influencias rusas. Las ideas políticas y construcciones de toda la Europa oriental resultaban de este tipo de influencias mutuas y de las migraciones de príncipes, esposas, comandantes y autores de un país a otro con la misma lengua de referencia (el viejo ruso).

Se trata también de odio. Los polacos tomaron Moscú en el siglo XVII y trataron de imponer el catolicismo en Rusia con los jesuitas, lo que era inaceptable para la teocracia ortodoxa moscovita. Los polacos con los lituanos y los cosacos ucranianos destruyeron la Rusia moscovita durante años de invasiones y de guerras civiles (1605-12). La expulsión de los polacos en 1612 es la fiesta nacional y oficial rusa que se celebra cada año el 4 de noviembre.

Más tarde, los rusos fueron una de las potencias principales que destruyeron durablemente el estado polaco al fin del siglo XVIII. Las relaciones entre los dos pueblos eslavos fueron difíciles durante la larga dominación rusa entre 1795 y 1918. En particular hay que mencionar los sublevantamientos polacos liberales contra Rusia de 1831 y de 1861 que tuvieron consecuencias fuertes en la memoria polaca hasta hoy al imaginar Rusia como el enemigo de la lengua y de la Iglesia católica polaca. Después de la independencia polaca en 1918, de inmediato empezaron nuevas guerras entre los dos países a propósito de Ucrania y de Bielorrusia entre 1918 y 1922. Las relaciones siguieron difíciles durante todos los años siguientes y hasta 1939 cuando la URSS y Alemania brevemente decidieron cooperar para partir Polonia entre sí contra los intereses ingleses.

Pero se trata también de relaciones hundas y de amor. Sabemos que una parte considerable de la cultura polaca es de origen ortodoxa rusa, como por ejemplo la icónica de la Virgen de Czestochowa que protege a Polonia. Es lo mismo para una parte de la cultura rusa, creada por polacos étnicos. Los polacos jugaron un papel enorme dentro del imperio ruso, incluso contra otros polacos, como una aristocracia indispensable al funcionamiento del Imperio de Rusia. Durante la dominación rusa en Polonia en el siglo XIX, el primer ministro ruso era Adam Czartoryski, un polaco. Bajo la URSS, un polaco como Feliks Dzerzinski creó lo que conocemos como el KGB. Otros polacos comunistas también gobernaron la administración o el ejército de la URSS, por ejemplo, el mariscal Rokossowski.

En el siglo XIX, el Imperio de Rusia persecuta oficialmente el idioma polaco y a la Iglesia católica por motivos de lucha contra el separatismo, pero Rusia liberó a todos los polacos de la servidumbre, lo que es probablemente más importante y les dio a todos los polacos la dignidad personal, apellidos personales, y el estatuto de sujetos del Imperio, lo que es fundamental. Además, la memoria común a los rusos y a los polacos, por ejemplo, de la Guerra contra el Japón (1904-05), nunca desapareció hasta el fin del siglo XX. Además, fue la URSS quien impulsó la reforma agraria de 1945 y permitió a millones de polacos tener tierras, lo que no había sido posible bajo los dirigentes nacionalistas polacos de los años 1920-45.

Los soviéticos liberaron a Polonia de la horrible Ocupación nazista y fueron ellos quienes dieron sus nuevas fronteras a Polonia con una larga costa en el Báltico, y los años 1945-90 fueron una época cuando la URSS protegía Polonia contra el revisionismo del estado alemán occidental. Al final, durante esta época comunista, muchas obras rusas fueron traducidas al polaco, y obras polacas al ruso. Así, la cantadora polaca Anna German es considerada como soviética y rusa porque en la URSS se la conocía como una cantadora de habla rusa. El famosísimo músico y cantor Czeslaw Niemen nacido en la URSS es considerado como “el gran polaco del siglo XX”.

Al fin y al cabo, es la era postcomunista y la entrada de Polonia en la OTAN y la UE que explican la nueva relación muy conflictual entre Rusia y Polonia hoy en día. Una parte de la élite del antiguo régimen polaco (antes de 1945) pretende reconquistar sus posiciones históricas, al momento cuando Polonia se ha convertido en un tipo de colonia económica de Alemania y de colonia política de Gran Bretaña y de EEUU. Los dirigentes polacos entonces impulsaron una política de extensión territorial al Este (adentro de Ucrania y de Bielorrusia) y de satelización de aquellos países, y reescriben una historia anticomunista opuesta a Rusia considerada como el enemigo eterno de Polonia, sobre todo para remplazar su propia influencia en los mismos países.

Hoy la Guerra de Ucrania es una guerra parcialmente polaco-rusa, lo que se oye bien, pero con este extraño detalle que Rusia y Polonia podrían fácilmente acordarse sobre una división del territorio ucraniano basada sobre líneas históricas bien conocidas, notablemente las de 1921. Polonia, en ese asunto está enfrentando sus contradicciones históricas y geopolíticas ya que ella tiene más razones para apoyar a Rusia que a la Ucrania ultranacionalista que es heredera de los horrores cometidos por grupos políticos ucranianos pro-nazistas contra los polacos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la dependencia de Polonia a otras potencias occidentales de influencia superior fuerza Polonia apoya a Ucrania y a su régimen contra sus intereses obvios.

En este otoño de 2023, Polonia toma riesgos inmensos para mantener la capacidad militar de Ucrania contra Rusia. Sin el apoyo polaco, Ucrania ya debería de inmediato reconocer su completa derrota frente a Rusia. No obstante, la presión rusa, y el aumento del ejército ruso, cada vez más potente, significan que pronto Polonia tendrá que tomar una decisión muy grave: o movilizar sí misma, como lo hizo Rusia, lo que sería un desastre y la entrada inmediata en una guerra sobre el territorio polaco; o aceptar un acuerdo con Rusia, lo que es muy posible teóricamente, pero recibir para eso el acuerdo de Gran Bretaña y de EEUU es casi imposible. La situación de Polonia es cada vez más difícil y peligrosa. Aquella situación además pone en peligro toda Europa por las alianzas que están implicadas en los asuntos polacos, como al inicio de la II Guerra mundial. La ignorancia de la historia por parte de los dirigentes les condena a cometer las mismas faltas trágicas en condiciones similares. La alternativa ya era conocida en 1936: un cambio de alianzas y una paz polaco-soviética, que hoy sería polaco-rusa.


[1] Roquepló, Chacón-Solar: Crónica anunciada de la III Guerra Mundial. ¿Cómo Rusia y China pelearán a Occidente en América Latina?, 2023, https://www.amazon.com/CRONICA-ANUNCIADA-TERCERA-GUERRA-MUNDIAL-ebook/dp/B0CGPMXFDC

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