La incapacidad para entender lo que son hoy sus antiguos dominios en este continente le han hecho perder importantes espacios

Por Olivier Roqueplo

Esos últimos años, vimos una descomposición de la presencia política francesa en el África francófona, sobre todo en Centroáfrica (2014-22), en Malí (2011-2021), y recientemente en Burkina Faso (2022) y en Níger (2023). Muchos culpan a una estrategia rusa metódica para sacar a Francia por las manos del grupo militar privado Wagner; se dice también, sin pruebas, que la estrategia rusa tiene algo que ver con intereses económicos chinos. La realidad es muy diferente.

Rusia está organizando su retorno en países que recibían cierto apoyo soviético en los años 1970-80. Pero lo fundamental es que Wagner y Rusia llegan a países que ya rompieron sus lienzos especiales con Francia, es decir que no son los rusos quiénes provocan la caída francesa, sino que ellos se aprovechan el resultado de esta caída.

Al conocer la densidad de los lienzos franco-africanas y los centenares de miles de africanos, incluso familias de presidentes, que viven en Francia, es imposible pensar que Rusia súbito podría sacar a Francia tan fácilmente. Rusia no es la causa de lo que está pasando. Tampoco lo es China. Las causas son francesas y africanas.

1. La decadencia de la potencia francesa bajo la influencia de Mayo 1968 y de la UE

Como ya lo temían los pensadores geopolíticos franceses de los años 1960, el proceso de integración de Francia en la UE (= CEE) es incompatible con la sobrevivencia de una verdadera unión franco-africana heredada de la historia. Las razones son múltiples, pero una de las mayores es que una fuerte relación franco-africana depende del conocimiento de la historia común, de la memoria, y de la cultura. Un ejemplo: el futuro emperador de Centroáfrica Jean Bedel Bokassa fue uno de los héroes quiénes liberaron a Francia de los alemanes en 1944 con el único ejército francés libre – el de África Ecuatorial; otro ejemplo es que el África católica francesa suele usar hoy en día los nombres usados por los franceses en 1910 (Teófilo, Desiderado, Leopoldo, Félix, etc). Una parte de la cultura francesa vive en África. Pero la Francia de hoy sufre de las consecuencias lejanas de Mayo 1968, una revolución izquierdista que fue no solo sexual y política (la caída de De Gaulle, la entrada de Gran Bretaña en la CEE) sino un acontecimiento gravísimo, anticultural y postmodernista que ridiculizó, deconstruyó filosóficamente y destruyó realmente poco a poco el sistema educativo francés y el valor de la memoria y de la historia nacional. Toda la cultura francesa entró en una crisis profunda que todavía no se acabó. Mientras que los presidentes franceses como Jacques Chirac (nacido en 1932) conocían y amaban a África, desde 2007, un año fatídico, Francia ha vivido bajo una nueva generación de líderes “sesenta-y-ochistas” degenerados como los jóvenes presidentes Sarkozy, Hollande y Macrón (nacidos después de 1950), hombres incultos cuya memoria histórica fue borrada en su juventud (1968) y que actúan como si África estuviera recién descubierta.

En cuanto a la UE, es una construcción económica, jurídica y muy ideológica, un proyecto antihistórico que sigue borrando la cultura y la memoria, en particular todo lo que existía antes de 1945. Ella produce lideres cada vez menos nacionales, que no representan ni su historia ni su cultura. Entonces ellos pretenden ser “europeos” o “norteatlánticos” y lo son, representan una red globalista sin raíces. Ellos son quienes sistemáticamente insultaron en todos sus discursos con cada vez más arrogancia a millones de africanos que eran en general sus aliados o amigos, con esas frases arquetípicas e inolvidables: “El hombre africano no ha entrado en la historia… En la visión africana del mundo no hay la idea de progreso”.  No solo no conocen a África, sino que rehúsan los consejos de académicos, los mejores conocedores mundiales del continente negro. El poder francés es cada vez más eurocentrado, está cada vez más cerrado al mundo exterior. Los auténticos expertos perdieron cualquier influencia sobre la política. Ya los dirigentes franceses no quieren conocer a “su” África ni a cualquiera otra civilización. Es una regresión oscurantista. Eso lo vemos no solo con África sino con una serie de crisis diplomáticas agudas con países que nunca fueron opositores a Francia: con Brasil, Hungría, Libán, Congo RDC. Macrón, estando en Congo y frente a su huésped el presidente Tshisekedi, se atrevió a decir que Congo no sabía gobernar sus propias provincias… ¡Y en 2023 empezó una crisis intensa con Marruecos, el amigo más próximo de Francia! Visiblemente, la incompetencia y el fanatismo reinan en el palacio presidencial francés. Después de más de 15 años de tal antidiplomacia, los países africanos, fieles amigos de Francia, ya no la aguantan ya que es peor que en los últimos tiempos coloniales. Lo que está pasando en París desde 2007 es demasiado. Los africanos ya no reconocen a la Francia de hoy como a su histórica matriz política. Entienden que ya es otro país, que es nada más que una provincia de la UE, un mundo ajeno a todo lo africano, y que tienen que encontrar a países más capaces de respectar la realidad africana. Eso es la vía real que Francia abrió si misma para la expansión rusa.   

2. El retorno de la antigua influencia islámica y norteafricana en el Sahel

La caída de la influencia francesa y la expulsión espectacular del ejército francés de numerosos países africanos por sus nuevos gobiernos legítimos no debe verse como algo extraño ni general. Se trata de una lógica geopolítica muy antigua. Casi todos los países que están expulsando a los franceses son países del Sahel, una zona históricamente y culturalmente dependiente de nortáfrica y del mundo islámico. Durante la colonización francesa (1890-1960), esta dimensión parecía olvidada, pero hoy vemos la fuerza de aquellos lienzos. El África islámica no puede seguir el mismo camino que Francia al hablar ella de “lucha contra el islamismo político”, una ideología que hace parte de la historia de esos pueblos afro-islámicos, y que no siempre es fanatismo sino tentativas de liberación étnica, social y de purificación espiritual de la sociedad.

Lo que aparece cada vez más claramente, es la división del África francófona entre dos partes muy diferentes:

_una parte islámica e interior que ya está perdida casi por entero (con la excepción de Guinea, que probablemente será la próxima perdida francesa, y de Chad) y donde los franceses fueron solo conquistadores efímeros de los años 1900 quiénes no trasformaron mucho ni la vida ni la cultura de la región, y donde los nombres siempre quedaron islámicos: Bubakar (Abu Bakr), Mamadu (Mohammed), Omar, etc.

_ y una parte católica y litoral donde la presencia francesa tiene raíces mucho más antiguas (los 1860, a veces el siglo XVII) y hondas con la fundación de puertos, de iglesias, la creación de una cultura mixta franco-africana, y aquí se conservan los nombres franceses de 1910. Los nombres representan perfectamente la identidad de los pueblos que los llevan. Probablemente, Francia no perderá fácilmente esta segunda parte de África que es mucho más “suya”, “próxima” que la primera. Además, ya vimos en el pasado próximo que Francia estaba dispuesta pelear con todas sus fuerzas contra poderes nacionalistas como en la Costa de Marfil (2011, mira adelante).

3. El proceso de independencia real de África en el siglo XXI

La independencia de los países afro-francófonos en los años 1960 no fue el resultado de luchas contra la colonización, a pesar de algunos libertadores como Sékou Touré en Guinea. Fue en general otorgada la independencia por Francia por motivos económicos y políticos muy bajos: el rehuso de pagar para el desarrollo moderno de estos países lejanos y el rehuso de darle representación política directa a todos los nuevos ciudadanos africanos potenciales adentro del estado colonial francés. La independencia fue simbólica, las colonias se trasformaron en protectorados ocultos bajo condiciones de dominación leoninas. Entonces la independencia real siguió otro proceso oficioso, mucho más tarde. Tenemos que llamar a T. Sankara en Burkina en 1983-87 y al nacionalista Laurent Gbagbo en la Costa de Marfil en 2000. El demostró que incluso en un país tan importante del África francófona era posible oponerse a Francia. Gbagbo fue un símbolo fuerte para toda África: mientras que todos los países afro-francófonos aceptaban la extravagante proposición francesa de celebrar en 2010 el aniversario de las “independencias africanas” en Paris (¡sí!), Gbagbo lo rehusó en el nombre del “África digna de sus Atavos”. Gbagbo propuso, pero demasiado tarde, la creación de un ejército fuerte y de una moneda nacional para oponerse a la tutela militar de los consejeros franceses y a la dictadura monetaria del franco CFA, la moneda común del África francófona, basada sobre el euro y dirigida desde París. Gbagbo fue derrocado por el ejército francés y sus aliados en una sangrienta guerra civil en 2011. Pero él abrió la nueva era de la independencia africana real y hoy vemos la nueva ola del mismo proceso en países que tienen menos recursos, lo que explica la llamada a Rusia.

Recordamos que al momento cuando Gbagbo proponía su nueva moneda, el coronel Gadafi proponía su dinar-oro como moneda para toda la región del Sahel, la región que está expulsando a los franceses. Gadafi s soñaba con lo que está pasando hoy en día. Lo trágico es que fue la destrucción de Libia por parte de Francia, Gran Bretaña y Catar en 2011 que provocó toda la crisis interna de Malí y Níger al regresar a casa los aliados africanos de Gadafi y al invadirlos los islamistas pagados por Catar, cuyo resultado hoy es el sacar de Francia de toda la región. Es un retorno fenomenal del golpe inicial decidido por el presidente Sarkozy, un criminal condenado por segunda vez a la cárcel.

Además, como lo explicamos en otro artículo (mira https://laventanarota.info/editorial/el-multipolarismo-y-el-fin-del-colonialismo-norteatlantico/), 2022 es el fin del colonialismo como base del orden mundial, y eso tiene efectos en África. El neocolonialismo ya no es posible y África, como Asia y Latinoamérica, está reconquistando su importancia histórica. El Sahel está reuniéndose con el Medio Oriente y el Magreb. Por eso ya vimos a Turquía en África. Países como la Costa de Marfil se van a resucitar sus ambiciones recién pérdidas, y otros la seguirán. Se aproximarán cada vez más de China, la principal potencia comercial de los mares africanos, y de Brasil, el gran país católico del Atlántico Sur, en frente de África. Veremos un retorno del mundo lusohablante en la costa de Guinea como en el siglo XV, antes del colonialismo clásico inglés y francés. Eso, no lo ven en París. Nadie está sacando a Francia de África. Ella misma se sacó de su propia historia, incluso africana.

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