Una Iglesia católica cada vez más lejana tanto de sus fieles como de sus tradiciones

Por Olivier Roqueplo

Desde agosto de 2023 se estaba preparando un nuevo sínodo de los obispos del mundo para nuevas reformas de nuestra Iglesia católica. Este sínodo sigue la vía abierta por el II concilio del Vaticano (1962-65) cuando los obispos tuvieron la iniciativa principal de muchas reformas y de hecho los obispos siguen haciendo lo mismo hoy. 

Para preparar la reunión de los obispos, por primera vez en la historia, tuvimos la oportunidad, nosotros fieles y además todas las personas exteriores a la Iglesia que lo querían hacer, de contestar a preguntas en un cuestionario de opciones múltiples. Lo hice y muchas de las preguntas demuestran claramente las nuevas orientaciones de la Iglesia que se ha de esperar. La primera pregunta era si ya tuvimos una encontrada con Dios. Esta pregunta, de inmediato muy alta, me asombra muchísimo como católico. ¿Una encontrada directa con Dios? Esto es exactamente lo que preguntaría no un católico sino uno de estos cristianos que pretenden recibir súbito la iluminación directa por el Espíritu Santo. Esto se refiere al origen del II Concilio del Vaticano cuando fueron representantes católicos, pero que habían recibido mucho antes esta “revelación” del Espíritu Santo, quiénes inspiraron las reformas revolucionarias de los años 1960. Reformas que hoy en día pueden parecernos una aproximación considerable a la práctica de los protestantes (mira más allá).

Lo que sigue en el “quizz” es una serie de preguntas para entender la crisis de la Iglesia y las razones de la huida de sus fieles, que sea fuera del cristianismo o a otras iglesias y sectas. Aquí empiezan preguntas que se parecen mucho a un tipo de autocrítica. Damos unos ejemplos de razones propuestas: no aceptar las lecciones de la Iglesia y sus posiciones, el bajo nivel de comunicación, los escándalos de corrupción y de pedofilia, el sentimiento de ser juzgado por los sacerdotes y por los otros fieles, la ausencia de contesta sobre las prioridades de la gente, ceremonias aburrientes, la lejanidad de la iglesia frente a los problemas actuales del mundo, etc.

Vemos que problemas fundamentales se mezclan con otros casi ridículos. Los escándalos de pedofilia son crímenes, la corrupción financiera organizada por unos servicios del Vaticano es delincuencia. Nuestra Santa Madre Iglesia no puede permitirse aceptar en sus rangos criminales y delincuentes. La ausencia de contesta sobre las prioridades sociales de los fieles es algo fundamental también ya que se trata de una comunidad humana. Por otra parte, las preguntas sobre la ceremonia o sobre la lejanidad del mundo son falsos problemas: las ceremonias no tienen que satisfacer a la gente ya que no son espectáculos, y tampoco la Iglesia debe enfrentarse todo el tiempo a la actualidad ya que ella representa exactamente lo contrario: la eternidad, los principios permanentes, el ojo de Dios omnipotente encima de la pequeña existencia inmediata de los hombres y de los estados.

Más allá, las preguntas se vuelven ideológicas. ¿Si debe la Iglesia aproximarse de los LGBTistas? ¿De las femenistas? ¿Si debe ella hacer más para la ecología y para los migrantes? ¿Si debe ella ser más activa en las redes sociales?

Podemos decir que todas aquellas preguntas contestan las preguntas precedentes: la Iglesia en ningún caso está lejana de los problemas de este mundo, lo que también queda claro al considerar sus actividades financieras. Hoy el sínodo de obispos también quiere darles poder a grupos de jóvenes laicos en las decisiones del sínodo. ¿A los jóvenes, personas sin experiencia, para decidir del futuro de la Iglesia entera?

¡Qué raro! Pero se trata de la Iglesia, una institución de 2000 años (o 1700 años si consideramos su forma oficial) cuya fuerza consta de sus principios, creencias, tradiciones, inmensa literatura y de su lucha permanente para ellos. ¿Y qué supone aproximarse a las ideologías izquierdistas postmodernas de la degeneración como el LGBTismo, femenismo, wokismo? Supone que la Iglesia está cayendo de su alto trono histórico de arbitre moral de la sociedad para aceptar y quizás aún integrar adentro de sí misma las ideologías postmodernas que no solo contradicen todos sus principios eternos, sino que unen a personas que buscan tanto la destrucción de la Iglesia como buscan el anochecer de la sociedad entera en el oscurantismo y la confusión ideológica, biológica y sexual. La Iglesia luchó durante siete décadas contra el comunismo mientras que hoy parece aceptar los principios mucho más decadentes y peligrosos del postmodernismo euroamericano. ¿Qué está pasando? ¿Adónde vamos?

Además, se quiere incluir las problemáticas ecológicas que no tienen nada que ver con el cristianismo. Ellas vienen del mundo industrial que no existía en los tiempos de Cristo y de los apóstolos. Pertenece a la Iglesia el problema de las almas, pertenece a César y a los industriales proteger los cuerpos y la naturaleza. ¡Aún más una temática izquierdista! Los migrantes, sí, son un problema humano muy grave. Pero tampoco pertenece a la Iglesia decidir si millones de hombres que migran deben vivir en otros países cuyas sociedades no los aceptan, ni corregir las consecuencias étnicas, culturales, sociales, jurídicas, económicas e incluso religiosas que esto implica en los países de la UE o en EE.UU.

¿De dónde vienen todas esas temáticas? Al inicio de su reino, el Papá Francisco eligió a ocho cardenales consejeros venidos de EE.UU., Australia, Alemania, Italia, Congo, Chile, Honduras, India, es decir 4 de los países del Norte y 4 de los del Sur. Visiblemente esas temáticas vienen de cardenales de la UE, de la Corona británica y de EEUU, de países que sufren una crisis moral, mental, cultural y religiosa sin precedente y que ya no son el centro del mundo católico. Su centro de gravedad es Latinoamérica, México, Brasil, y África con el gigantesco Congo. Aquí ya viven y vivirán la mayoría de los católicos. Y a éstos no le importa ni el LGBTismo ni el femenismo ni el wokismo. Le importa cómo sobrevivir cada día, cómo encontrar ayuda en una comunidad orgánica – una “iglesia familiar”, como guardar la esperanza en las dificultades del quehacer cotidiano negro y peligroso, y al contrario de lo presupuesto en el texto de las preguntas, proteger su familia, su mujer, sus niños contra las ideologías degenerativas que considera como una amenaza directa, lo que es el caso.

Aquí vemos claramente una contradicción profunda en la Iglesia de hoy: a pesar de tener como Pontífice supremo un Latinoamericano, la Iglesia de mayoría latinoamericana y africana suele obedecer a amos que no entienden ni conocen aquella mayoría. La Iglesia, al aproximarse de sus amos económicos e intelectuales norteatlanticos, está cada vez más lejana de su propia realidad. Y parece ella ignorar los verdaderos desafíos del siglo XXI: la concurrencia de los protestantes que están comiendo a las comunidades católicas en todas las Américas y en África, la ausencia cada vez más obvia de la Iglesia en la vida parroquial al nivel de los barrios – el nivel fundamental para los fieles del mundo entero, el problema de las finanzas eclesiásticas para ayudar a los inmerables pobres que sobreviven gracias a la Iglesia, el desafío de una educación católica para millones de niños que no atienden clases públicas, el problema de la cantidad de sacerdotes, cada vez más baja por tener los curas una vida muy difícil.

De cierto modo, la Iglesia de hoy no es demasiado arcaica sino demasiado moderna y postmoderna. La Iglesia es una autoridad moral: su verdadero papel no es adaptarse al mundo moderno (como cualquiera institución política) sino establecer modelos para el mundo moderno y cambiarlo, salvarlo. Ella debería de inmediato proclamar sus principios más antiguos, oponerse a la degeneración colectiva venida del mundo norteatlantico y hacer un esfuerzo inmenso para sus fieles más numerosos de los continentes meridionales. Ella trata desesperadamente de seducir a enemigos, grupos de laicistas, sectas, representantes de otras religiones que nunca serán católicos. Es una situación absurda que en el largo plazo puede generar un esquisma gravísimo.

Pero como lo hemos planteado, todos esos inicios de reformas izquierdistas a dentro de la Iglesia siguen un camino ya abierto en los años 1960. No solo se trata de la influencia del sínodo de los obispos, sino también de un grupo particular de católicos: los protestantes conversos. El caso de Jimmy Akin, el influyente activista estadounidense quién organizó el cuestionario, es interesante. Él mismo fue protestante, perteneció a varios grupos “cristianos” antes de entrar en la Iglesia católica. Lo importante es que ese tipo de conversión permite la entrada de mucha influencia protestante a dentro de la Iglesia y eso es exactamente una de las fuentes de la crisis interior de la Iglesia – que es cada vez menos católica en cuanto a sus sacerdotes, incluso en el Vaticano.

Debemos hablar entonces del II concilio del Vaticano, un concilio revolucionario que fue dirigido, de hecho, por obispos alemanes y franceses que “habían recibido el Espíritu Santo” en otros grupos “cristianos” antes de convertirse.  Nos cambiaron la lengua como lo habían hecho los protestantes en el siglo XVI: abandonaron nuestro santo latín. Nos cambiaron los rituales: presentaban el sacrificio cristico frente a Dios, ofreciendolo a Dios por parte de su pueblo católico que oraba detras del sacérdote. Desde 1962-65, decidieron que el sacérdote, como el actor de un espectáculo, tenía que hablar a la audiencia, y empezó presentarlo el sacrificia frente al pueblo católico, con Dios en su espalda.

Nos cambiaron la teología y la historia de Cristo frente a los romanos y a los sacerdotes judios. Nos cambiaron nuestro papel en esta historia santa al ser nosotros los herederos de los romanos. Nos cambiaron radicalmente los cultos de los Santos y excluyeron cientos de Santos antiguos y a menudo muy populares. Nos cambiaron lo todo. ¿Qué fue el resultado de aquella revolución religiosa? Ella no impidió la huida de los fieles ni de los sacerdotes en Europa ni la laicizacion de las sociedades europeas. Fue todo el reverso: probablemente, el Concilio ayudó toda esa evolución general y a veces la provocó, en particular en España, en Portugal, y más tarde en Latinoamérica. Los obispos reformistas abrieron la caja de Pandora.

El Papá Francisco, a pesar de su popularidad y de su auténtica humildad y de su atención por los pobres, está visiblemente rodeado de reformistas izquierdistas.  Ese grupo busca claramente una nueva revolución del mismo tipo que en 1962, un “III Concilio del Vaticano” que está aproximándose. Posiblemente será un cataclismo para la Iglesia aquel concilio. Unos cardenales ya preguntan al Papá con angustia si el sínodo bendecirá a las uniones homosexuales, si aceptará a las mujeres como sacerdotes, si hay que reinterpretar la Revelación divina bajo la influencia del momento, etc. Hay que prepararnos para una terrible lucha adentro de la Iglesia para salvarla de su nuevo izquierdismo postmoderno[1]


[1]La crisis de nuestra Iglesia católica será uno de los temas principales de un libro que estamos preparando con Jorge Chacón-Solar, un libro sobre las sociedades latinas en el siglo XXI.

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