El pulmón verde del mundo podría convertirse en la nueva autopista de la droga, generando violencia y destrucción en su recorrido

Por Jorge Chacón Solar

Existen tres grandes rutas para exportar la cocaína desde Sudamérica. La primera ruta es la Caribe, la droga es transportada por aviones y barcos desde Colombia y Venezuela hacia Estados Unidos. Muchas veces la mercancía hace escala en las islas del Caribe, Centroamérica y/o México. La segunda ruta es la del Pacífico, utilizando barcos y lanchas rápidas se mueve la droga por la costa peruana, ecuatoriana y colombiana con múltiples escalas en Centroamérica y México; algunas veces la droga es descargada para terminar el trayecto vía terrestre o por aviones. La tercera ruta es la más larga y difícil, puesto que la droga se moviliza hasta el Cono Sur y desde Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil para luego subir de nuevo a Europa vía África.

Lamentablemente, y para desgracia del continente, se está construyendo a pasos veloces una cuarta ruta de la cocaína que tiene todo el potencial para superar a las otras tres y convertirse en la autopista de la droga por excelencia, creando ríos de sangre y destrucción a lo largo de su recorrido, hablo de la ruta amazónica.

La cocaína producida en Bolivia, Perú y Colombia -los tres principales productores del mundo- podrá ser transportada vía la Amazonía venezolana y brasileña hasta Guyana y Surinam para ser embarcada desde estos dos países hacia Estados Unidos (y Canadá) y Europa (vía África).

Es necesario comprender que la producción, transporte y venta de narcóticos es, para las organizaciones criminales, un negocio. Y como tal, obedece a las leyes económicas y gerenciales que aplican sobre cualquier negocio. Son estas mismas leyes las que nos permiten especificar cuatro razones por las cuales se está creando la Ruta Amazónica.

La primera razón es por logística: necesitan reducir costos. El paso de la droga por las tres rutas descritas incrementa enormemente los costos de transporte ya que atraviesa varios países (y en cada uno tienen que pagar mucho dinero) y también corren el riesgo de perder la mercancía por acciones de las fuerzas de seguridad y de la naturaleza. Una reducción en la distancia y el número de países a recorrer disminuye considerablemente los costos de transporte.

La segunda razón tiene que ver con poder de mercado: los productores quieren aumentar su precio de venta. Es muy importante tener claro que, en el negocio de la cocaína, los productores se quedan con una fracción muy pequeña del total del dinero, tan pequeña que no suele llegar ni al 5% del precio de venta final. De hecho, de cada 100 dólares que paga un consumidor en Estados Unidos, 80 dólares se quedan en ese país, 15 dólares en México y el 5% se queda en Colombia, Perú o Bolivia.

El problema del narcotráfico nace en Estados Unidos y es allí donde se debe solucionar.

Lo que sucede es que ese 5% equivale a decenas de millones de dólares que, en los países sudamericanos, que tienen al menos a la mitad de la población en la miseria, tienen un impacto político, económico y social radical que cambia profundamente las sociedades.

Toda la mercancía que pisa suelo mexicano es controlada por los cárteles de ese país. Sin excepción. En consecuencia, no hay equilibrio en los poderes de negociación entre los cárteles de los países productores y los cárteles mexicanos. Sin embargo, la creación de la ruta amazónica les permitirá a los productores enviar la droga directamente a USA sin pasar por México. Esto aumentará al menos 4 veces las ganancias que ya tienen.

También podría suceder que los cárteles mexicanos, previendo que serán excluidos del negocio del transporte y de intermediación, decidan venir a Sudamérica y controlar la ruta amazónica comprando el producto directamente en las plantaciones, esto generaría indudablemente un conflicto con los cárteles locales que inundaría a la región en más muerte y violencia.

En tercer lugar, la ruta amazónica es más simple. Es mucho más fácil mover la droga por la Amazonía que por cualquier otra ruta. Esta región carece de grandes concentraciones de tropas, de radares y su defensa nunca ha sido la prioridad para los países que la conforman. Es prácticamente imposible controlar totalmente la Amazonía debido a la complejidad del territorio, a las temporadas de lluvias que cambian los afluentes permanentemente y al laberinto indescifrable de las rutas terrestres que solo conocen quienes nacieron y viven ahí.

Lanchas, avionetas e incluso enjambres de drones serán suficientes para transportar miles de toneladas de drogas, minerales preciosos y armas a través de la inmensidad de la selva. Detectar y neutralizar los transportes será una misión prácticamente imposible para las fuerzas policiales, militares, de seguridad e inteligencia de los países involucrados.

Por último, las capacidades de defensa y seguridad nacional de Guyana y Surinam son mínimas y totalmente inútiles para hacerle frente a la amenaza que representan los cárteles del narcotráfico latinoamericanos. Cualquier cartel de México tiene más capacidad y experiencia de combate que ambos países… juntos.

En conclusión, estamos ante la posibilidad de que ocurra un evento aterrador: los gobiernos de ambos países podrían sucumbir completamente ante el poder y el dinero de las organizaciones criminales. En palabras simples, los cárteles podrían comprar a ambos países. Las consecuencias de esto serían nefastas para toda la región.

Comparte este artículo:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *