Por Diego Mendoza

Decidido a defender las ideas en las que creía, las cuales procuran la libertad individual, este insigne venezolano fue un liberal en esencia que se esmeró por sembrar luces pese a los desafíos del camino.

Carlos Ball, nacido en Caracas en 1939, fue un periodista autor de innumerables artículos en los que exponía con firmeza su postura respecto a la realidad del país. No vacilaba al momento de señalar lo que consideraba, eran terribles errores políticos que podrían conllevar a que los ciudadanos enfrentasen una situación peor a la que se intentaba remediar.

No sería descabellado sugerir que sentía profundo rechazo y desconfianza por el estado, aunque lo consideraba un mal necesario que debía ser maniatado para que se dedicara únicamente a las labores de brindar los servicios de justicia y seguridad. Todo lo demás, creía con sólidos argumentos, se debía dejar en manos de la iniciativa privada.

Estas acotaciones solían ser impopulares en la Venezuela de la época, donde imperaba el discurso de actores políticos que sostenían que el país era infinitamente rico, y lo único que se debía hacer era abocarse a repartir dicha riqueza de manera equitativa, o invertirla en áreas de desarrollo pensadas por un grupo de ilustres “prohombres”.

Similar al premio nobel, Friedrich A. von Hayek, a Ball también le disgustaba esa “fatal arrogancia” que poseían varios de los dirigentes políticos de entonces. Para él, la gente no necesitaba un guía o grupo de guías que desde un comité central les planificara la vida, decidiendo sobre las valoraciones y preferencias temporales de cada uno. En cambio, creía que cada individuo, en plenas capacidades mentales, tenía no solamente la capacidad de hacerse cargo de sí mismo, sino que ese deseo era inherente a la naturaleza misma de la raza humana, y, por consiguiente, inalienable.

Y por supuesto, fiel a esta lógica, se negaba rotundamente a las regulaciones que entorpecían los intercambios voluntarios y distorsionan el complejo proceso de mercado, en el cual las personas libremente transan con sus títulos de propiedad para satisfacer las siempre presentes necesidades.

Todo ello demostraba el respeto que sentía por la propiedad, titulando sin duda a los impuestos como un saqueo, y al derecho constitucional a la expropiación como un robo. Bien reconocía Ball, como lo han hecho los liberales que tanto citaba, que el respeto a la propiedad es la piedra angular que hace avanzar la civilización en concordia, incentivando al trabajo, el ahorro y la inversión.

Por esta misma razón, se oponía a la coerción legal para favorecer a pseudoempresarios, personas que como señalaba muchas veces, odian la competencia y buscan vivir bajo el amparo del estado, ofreciendo al consumidor bienes y servicios de menor calidad y a un mayor precio.

De manera tal, que su concepto de libertad era bastante amplio, llegando en cierta ocasión, incluso, a oponerse a la exigencia del uso del cinturón de seguridad en los vehículos, puesto que consideraba que ello debía estar a conciencia de cada persona.

Sus posturas y críticas llegaron a ser tan odiadas por los políticos de turno, que manifestó que el despido como director de Diario Caracas se debió a una amenaza hecha directamente por un alto funcionario a los dueños del medio de comunicación.

Con todo y ello, Carlos Ball nunca se doblegó, siendo miembro fundador del Centro de Difusión del Conocimiento Económico (CEDICE Libertad), presidente de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE), contribuyente en la formación del Instituto Cato, y conferencista. Desde cada tribuna, desde cada espacio mínimo dejado por el estado, se esmeró por sembrar una semilla sin tener la certeza de que caía en terreno fértil.

Esa semilla era el liberalismo, pero no ese credo de un partido político, sino el liberalismo como conjunto abierto de ideas cuya máxima es el respeto al prójimo para vivir en libertad. Por esta misma razón fue que Ball en simples artículos de prensa mencionaba a Adam Smith, Juan Bautista Alberdi, Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, James Buchanan, Frédéric Bastiat, Milton Friedman, entre otros, porque creía que estos autores tenían una manera diferente de ver las cosas, una que en el mundo, y sobre todo en América Latina, es poco común, una en la que el estado no es la estructura para hacerse rico, dañar a otros o crear “derechos”, sino que funciona enmarcado en normas de una cultura de gente abocada a ser libre.

Ahora, a más de una década de su partida, sus escritos siguen siendo lecciones importantes a considerar. Una lectura a parte de sus artículos y discursos, permiten hacerse con una postura distinta respecto a diferentes temas políticos y económicos, lo cual enriquece el debate, y deja ver que en Venezuela han existido prominentes liberales. Su vida se apagó en julio de 2014.

Sirva esta colección seleccionada de algunos de sus trabajos para enseñar su obra, exaltarla y motivar a poner en práctica los principios más fundamentales para vivir en la libertad que se preocupó por enseñar y defender.

Este texto es la introducción del libro que rinde un homenaje al legado de Carlos Ball a partir de la recopilación de algunos de sus artículos y discursos. Descargar libro

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