Una recuperación bien manejada no representaría otra cosa sino la oportunidad de construir el país que los venezolanos queremos y necesitamos

Por Jorge Chacón Solar

Sabemos muy bien que la magnitud del desastre económico que Venezuela ha sufrido desde el 2014 no tiene precedentes en nuestra historia nacional. Hablamos de una economía que redujo su tamaño a la quinta parte, que vivió uno de los episodios de hiperinflación más fuertes de la historia del capitalismo mundial y una pérdida de la sexta parte de su población, todo en el transcurso de 7 años.

Dicen los entendidos que a Venezuela le tomaría al menos 20 años volver a tener una economía del tamaño de la economía del 2014, y frente a esta idea quisiera hacer dos observaciones.

En primer lugar, la Venezuela del año 2014 ya vivía terriblemente mal. Los venezolanos teníamos que hacer filas durante horas para comprar gasolina, nos marcaban los brazos y nos obligaban a hacer filas durante horas para comprar comida, los servicios públicos eran un desastre y los niveles de inseguridad ubicaban a nuestras ciudades entre las más peligrosas del mundo, esto para nombrar tan solo algunos de los problemas que teníamos en esa época.

Dicho esto, cambios puntuales en la política económica del país mejorarían la calidad de vida de los venezolanos, y aunque esto todavía estaría lejos de llevarnos a un nivel de vida de países desarrollados, sí serían un cambio sustancial para muchos ciudadanos.

Con una inflación anual de alrededor del 5%, una política cambiaria sostenible y sana, un presupuesto público manejado de forma estricta y honesta, y unas autoridades estatales que protejan e incentiven la empresa privada en lugar de satanizarla, los venezolanos podríamos ver en pocas semanas el inicio de la reactivación del sector bancario, de seguros, de manufactura e industria, así como del campo y la construcción. También empezaríamos a ver aumentos sostenidos de las pensiones y los salarios.

Esto no significaría que la economía se haya arreglado, pero sí significaría que habríamos iniciado el camino de una larga recuperación económica que en el corto plazo podría reducir la emigración e incrementar el nivel de vida de muchos ciudadanos.

En segundo lugar, la recuperación económica del país no tiene que ser un evento catastrófico o traumático, como sí lo fue el colapso. Al contrario, una recuperación bien manejada -incluso si toma dos décadas o más- no representaría otra cosa sino la oportunidad de construir el país que los venezolanos queremos y necesitamos.

En este sentido, es indispensable que la recuperación económica cobije a la mayor cantidad posible de venezolanos. Es decir, la recuperación debe lograr que la mitad de la población pobre de Venezuela -que es muy pobre-, aumente sustancialmente su nivel de vida para que este proceso económico tenga fortaleza política y evitemos la llegada de nuevos caudillos populistas. No se trata de regalar y dilapidar el dinero, sino de llevar infraestructura, servicios, seguridad y oportunidades. 

De esta forma, tendríamos el poder de implementar cambios y reformas estructurales que ningún otro país de Latinoamérica podría hacer. El poder que tendríamos los venezolanos para definir nuestro propio destino no lo tendría ningún otro país en el mundo.

En definitiva, quisiera invitarlos a replantear nuestra forma de ver la Venezuela del futuro y la relación de los venezolanos con esta Venezuela. No tiene por qué ser un evento catastrófico o un fracaso, a no ser que nosotros así lo decidamos.

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