La crisis educativa del país ha sido tan grande que nos ha evitado iniciar un debate de enorme trascendencia que sí se está dando en los países vecinos

Por Jorge Chacón Solar

Todos sabemos la gravedad de la crisis universitaria venezolana. Esto no es secreto para nadie. No tienen recursos, no tienen profesores, no tienen alumnos, no tienen personal administrativo, la investigación científica y la actualización pedagógica están en sus peores momentos, también deben hacerle frente a una infraestructura decadente y a una gran burocracia que desincentiva la innovación y las mejoras que se pueden realizar, incluso en esas condiciones.

Frente a este panorama, el deseo de cualquier persona sería ver resurgir la academia y la ciencia venezolanas. Que nuestro sistema educativo (que siempre tuvo muchísimos problemas, hay que decirlo) vuelva a ofrecer programas universitarios de alta calidad al que asistan miles de jóvenes. Sin embargo, incluso si el país no hubiese vivido los serios problemas que vivió y que sigue teniendo, las universidades tendrían un serio problema que resolver: ¿qué tipo de educación deberían dar las universidades venezolanas?

La crisis educativa del país ha sido tan grande que nos ha evitado iniciar un debate de enorme trascendencia que sí se está dando -tímidamente- en los círculos académicos de los países vecinos y que parte de una premisa aterradora: la educación universitaria latinoamericana, tal y como la conocemos, se está quedando obsoleta. 

La rectora de la Universidad de los Andes de Bogotá, Raquel Bernal, afirma con contundencia que enseñar del mismo modo en que se hacía hace 20 años no es suficiente ni para ejercer profesionalmente ni para ser un ciudadano global. 

Según el más reciente informe del Foro Económico Mundial, para el 2030 el 30% de las ocupaciones que existen actualmente estarán totalmente automatizadas. Estas son ocupaciones realizadas por profesionales con educación universitaria y en algunos casos con postgrados y experiencia laboral. Son personas con altos ingresos y responsabilidades en sus empresas y en el Estado. 

No se trata de afirmar que estas profesiones serán obsoletas. El conocimiento actual seguirá siendo útil, muy útil, pero ya no será suficiente. En algunas disciplinas, esta obsolescencia ya llegó pero todavía no nos hemos dado cuenta.  Por ejemplo, la Inteligencia Artificial puede escribir en tiempo real artículos descriptivos sobre cualquier noticia. No solamente lo escribiría mejor que muchos periodistas, sino que además lo escribiría de forma personalizada con un estilo único y distinto para cada uno de los lectores  Podría leer y escribir en cualquier idioma y mostrar fotos, videos y audios sobre cualquier noticia. 

Los contratos inteligentes son programas de computadora que no son escritos por abogados y que están basados en la blockchain. Estos contratos inteligentes van a reemplazar a los contratos tradicionales que conocemos desde la antigua Roma y harán innecesaria la labor de cualquier tribunal porque el mismo contrato es también juez, que no es otro sino la Inteligencia Artificial. El derecho laboral, civil, contractual y mercantil, por mencionar algunos, quedarán bastante limitados y no serán capaces de competir con los contratos inteligentes, que ya están funcionando. 

Todas las actividades relacionadas con el diseño gráfico también se verán radicalmente afectadas. La Inteligencia Artificial ya está ofreciendo mejores resultados que la mayoría de diseñadores, los cuales en muchos casos tampoco tuvieron una formación profesional en diseño. El marketing será, con toda seguridad, el primero en transformarse drásticamente debido al impacto de tecnologías como la robotización de procesos y el análisis de grandes datos. Ahora, las organizaciones podrán diseñar planes de marketing de forma mucho más eficiente; y además ya no tendrán barreras culturales, de horarios o de idiomas.

Todas las profesiones relacionadas con las empresas y organizaciones, como administración, contabilidad o economía quedarán muy limitadas porque el análisis de grandes datos procesaría muchísima más información que cualquier equipo multidisciplinario de profesionales, y los robots podrían manejar hasta un 90% de las actividades gerenciales en una empresa. 

Incluso si mañana las universidades venezolanas recibieran todos los recursos que necesitan, la obsolescencia cubriría con su sombra muchos de sus programas educativos. Estarían graduando profesionales que en muchos casos no podrían competir integralmente en el mercado laboral nacional y, menos todavía, en el internacional.

Este es un debate que debe darse en el país, incluso bajo las condiciones actuales, porque de no darlo, entonces, la crisis nacional del futuro será muchísimo peor de lo que imaginamos. 

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