El escritor y director habla de su documental, donde muestra la devastadora tragedia que vive Venezuela desde la aparición de Chávez

Por Diego Mendoza

Este cuatro de febrero se cumplieron 32 años desde el intento por parte de un grupo de militares para derrocar al entonces presidente de la república de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, hecho que en el primer capítulo de la serie documental La Peste Chavista, ha sido señalado como un macabro y certero disparo a la democracia venezolana.

Este trabajo cinematográfico, sin fines de lucro, escrito y dirigido por Gustavo Tovar Arroyo, permite hacer un examen histórico a más de tres décadas desde que el chavismo irrumpió en la escena política venezolana, preservar la memoria, denunciar los hechos y sus culpables, y exponer ante el mundo la realidad que han vivido y siguen viviendo millones de venezolanos.

El entrevistado, es también abogado, articulista, poeta, director de cine y defensor de los derechos humanos y un amante y defensor de la libertad.

Entrevista:

– ¿Por qué considera que el intento de golpe del cuatro de febrero de 1992 hirió de muerte a la democracia venezolana y no otro acontecimiento de nuestra historia, como, por ejemplo, el llamado Caracazo?

Resp.: Porque el hecho del cuatro de febrero marcó la sinuosidad, el encubrimiento, el cinismo, la falsificación, como manera de hacer política.

Ese día el país entero conoció a un asesino en serie, Hugo Chávez Frías, que, con una manada de criminales, en sigilo de la madrugada, irrumpió contra los valores democráticos y contra las instituciones de un país, asesinando a mansalva a centenares de venezolanos. Crímenes que, por cierto, quedaron impunes.

Este episodio de nuestra historia marcó una forma de hacer política, determinada por la trampa, la conspiración trastienda, y eso, una vez que este teniente alcanza el poder, es la manifestación más clara de lo que hoy estamos viviendo, todo ello bajo la bandera tan dañina en la historia de la humanidad como lo es la del socialismo.

Esta ideología supone otra manera encubierta de dominar, de controlar y de sujetar a una sociedad. Por lo tanto, el cuatro de febrero marcó para mí un preámbulo, una cruda advertencia que lamentablemente no supimos leer.

– En esta serie documental se menciona el carisma del caudillo, pero ese mismo sujeto sonriente, sostenía en sus mítines que iba a freír en aceite la cabeza de los adecos; que, si fuera presidente, el Congreso duraría minutos; y que tenía una mano en el pueblo y otra en los cuarteles. Por consiguiente, había una advertencia, entonces, ¿Qué estaba tan mal en el país que tantas personas le votaron?

Resp.: Los pueblos se equivocan, comprobadamente. Liberaron en su momento a monstruos como Hitler, Mussolini, Husein, Castro, y en nuestro caso, a Chávez.

Creo que esta situación se repite. Lo veo como un eterno retorno al caos, a la ruina, que es lo que representa el socialismo en cada una de sus versiones. Y cuando algo así llega al poder, un supuesto mesías o redentor cuya primera aparición pública fue una refriega de balas contra ciudadanos inocentes, constituye una advertencia suficiente de lo que iba a ser el futuro al tomar el poder.

Lo que sucede es que se tiende a banalizar el mal, y tenemos suficientes heridas en el espíritu de la humanidad o en alma de la civilización como para saber qué tipo de personajes pueden dañarnos, lamentablemente, nos dejamos ganar por el resentimiento y la rabia.

Eso es básicamente lo que yo advierto con esta serie documental, cómo Chávez había atentado contra las instituciones democráticas tan difícilmente edificadas, lo que también conduce a preguntarse, ¿Cómo el expresidente Rafael Caldera le pudo perdonar todos esos delitos?

Pero también, ¿Cómo es posible que la sociedad haya visto en ese criminal, que debió pagar cárcel hasta sus últimos días si se hubieran respetado la separación de poderes de una república, a un candidato por quién votar y convertir presidente?

Obviamente, imagino que muchos de quienes votaron por él o se dejaron encantar por el socialismo redentor, hoy están arrepentidos, sino es que, están caminando por las calles de América buscando refugio y algún estadio de dignidad que les permita sobrevivir al horror que vivió en Venezuela.

– Esa situación hace inevitable no preguntarse si el futuro es igual de oscuro. Lo pregunto porque diferentes personas llegan a considerar que lo que hace falta para revertir esta complejidad, es justamente otro mesías, incluso algunos invocan con nostalgia en redes sociales a la figura del Gral. Pérez Jiménez. Teniendo esto en cuenta, ¿Es usted pesimista ante el futuro de Venezuela?

Resp.: A ver, básicamente Venezuela está secuestrada por unos criminales, una plaga de corruptos, por lo tanto, ¿Qué hace un cuando en su hogar es invadido por una fuerza criminal? Lo natural es defenderse.

Yo, lamentándolo mucho, creo que al margen de que la sociedad opere de manera no violenta, una cuota de coacción y fuerza es necesaria contra estos malandros.

Pero eso no quiere decir en absoluto que crea necesario otros mesías. Lo que advierto es que es necesaria cierta fuerza de acción combinada entre la sociedad, sus líderes políticos, los opinadores públicos y los militares, si es que queda alguno con algo de sensatez y dignidad, para poder controlar a la peste que ha secuestrado el poder.

– Para terminar, si usted pudiera resumir en una frase, labor complicada, por supuesto, cómo se siente el destierro, ¿Qué respondería? Sobre todo, teniendo en cuenta que muchos de quienes continúan en Venezuela dicen no reconocer al país en que nacieron.

Resp.: El destierro es un invierno largo y gélido. Es como un gris que permanece y hace temblar en el recuerdo.

En un poema que publicaré pronto, sostengo que el desterrado es un encarcelado del aire y la distancia porque pese a vivir en libertad y disfrutar de libre tránsito, de ciertos derechos ciudadanos, vive en la nostalgia, abrigado en la memoria, recordando los sabores, los tonos, la música, el acento de sus coterráneos, y otro sin número de cosas.

Y creo que de alguna manera ese tipo de encarcelamiento lo mantiene alejado de la armonía que hay alrededor. Se anda como sonámbulo buscando los sabores venezolanos, la belleza que le deleita, las playas del país.

Entrevista completa en La Venta Rota podcast

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