Por: Jorge Chacón Solar

En Latinoamérica tenemos un gran problema: gran parte de nuestra violencia no tiene motivaciones económicas -como aquella que nace del crimen organizado-, ni motivaciones políticas -como la que surge del terrorismo-, sino que se origina en una tercera categoría, mucho mas abstracta y difícil de definir, que prácticamente nunca se investiga ni se estudia, una categoría que podríamos llamar «violencia ritualística» o «violencia de inspiración sobrenatural».

Expliquemos esto con más detalle.

Generalizando, bastante, cualquier agrupación delictiva puede clasificarse en una de dos categorías: como una organización criminal o como una organización terrorista.  
 
El objetivo supremo del crimen organizado es acumular dinero. Para esto ejecuta un sinfín de delitos como el control armado de un territorio, sobornos, asesinatos, secuestros, extorsiones o tráfico de drogas, pero todos ellos apuntan siempre a un solo objetivo: acumular dinero. Por lo tanto podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ese es el motivo del delito (llamado también móvil del delito) de las grandes organizaciones criminales.

Las organizaciones terroristas, por otro lado, -que también son organizaciones criminales- no tienen tanto un objetivo financiero sino uno político o religioso-político. Buscan la transformación de la estructura social y del comportamiento de la población. Ya sea que se trate de organizaciones terroristas comunistas, raciales o fundamentalistas religiosas, todas buscan convertirse en gobierno para modificar radicalmente el Estado y la sociedad. Esto no significa que no quieran dinero, sí lo quieren y lo consiguen, pero no es su meta final.

En la inmensa mayoría de los casos diferenciar a una organización criminal de una agrupación terrorista es una tarea imposible ya que su proceder y sus técnicas son bastante similares, por no decir que iguales. Por ejemplo, una organización criminal puede robar un carro para modificar su color y placas y después secuestrar a alguien; mientras que una organización terrorista puede robarlo para poner una bomba. Pese a que el objetivo final del robo del vehículo es distinto, el procedimiento de robo es igual en ambos casos.

El delito no-organizado también es muy grave y peligroso, pero tiene otras características que obligan a estudiarlo de un modo distinto. Por ejemplo, los atracos callejeros -que realizan una o dos personas máximo- o los homicidios pasionales, no son en principio ni crimen organizado ni actos terroristas.

Dicho esto, podemos comenzar a hablar sobre el título del artículo: la violencia ritualística.

La violencia ritualística no está propiamente definida pero podríamos afirmar que se refiere a cualquier acto de violencia cuya principal motivación sea realizar un rito de naturaleza religiosa.

¿Qué ejemplos existen de violencias ritualísticas?

Muchos, pero posiblemente el más macabro sea la antropofagia, a la que también se le dice canibalismo. Comerse las partes del cuerpo de una persona es una práctica bastante común -y en algunos casos obligatoria- adentro de las pandillas y cárteles del narcotráfico, por más aberrante que sea (quizás precisamente por ser tan aberrante es que la imponen de forma obligatoria). Se han documentado casos en los que se comen las partes mientras la víctima sigue estando viva.

Otro ejemplo de violencia ritualística es el irrespeto a los cadáveres. Bastaría que peritos y expertos forenses visiten los cementerios para confirmar lo que todos, absolutamente todos los latinoamericanos sabemos: que es normal que los cadáveres sean profanados por personas que realizan rituales con ellos. ¿Para qué los profanan?

Debe mencionarse que no toda violencia que no obedezca a razones económicas o políticas es de tipo ritualístico. Por ejemplo, hace unos meses se publicó un video grabado por narcos mexicanos en el que obligaban a unos estudiantes secuestrados a realizar actos sexuales entre ellos para después asesinarlos, todo con el objeto de complacer a los integrantes del cartel. Este crimen no siguió un ritual ni tenía una finalidad religiosa. Fue solamente por sadismo y depravación.

Es completamente imposible cuantificar cuántos actos violentos se cometen con esta finalidad ritualística, pero una mirada profunda a este tipo de violencia arroja suficiente claridad para entender que centenares de miles de delitos cometidos en Latinoamérica y el mundo se deben investigar como delitos de esta categoría.

El Centro Internacional para Niños Desaparecidos y Explotados indica que cada año se reportan más de 450 mil niños desaparecidos solamente en Estados Unidos. En España son 20 mil (año 2010), en Australia también son 20 mil, 45 mil en Canadá, 112 mil en Reino Unido y 100 mil en Alemania. Si estas son las cifras reportadas en los países desarrollados, ¿cuánto será el número real sumando los casos no reportados? ¿y en los países en vías de desarrollo?

¿Cuál es el destino final de estos niños?

Uno de los destinos es el asesinato para tráfico de órganos, otro es la explotación sexual, también el reclutamiento forzado en pandillas y guerrillas, pero… ¿es posible suponer que existen sectas secretas que utilizan a miles de estos niños para rituales?

¡Por supuesto que sí!

No hay ninguna razón para descartar este escenario, y esto nos lleva al quid del asunto: con toda seguridad miles de niños están siendo asesinados en rituales de sacrificio que ni conocemos ni entendemos.

Es muy difícil encontrar a estas organizaciones de características sectarias porque las técnicas clásicas de investigación criminal son limitadas ya que no están diseñadas para este tipo de modus operandi. En primer lugar, es muy difícil realizar trazabilidad financiera porque no se realizan tantas operaciones financieras como en otros delitos (i.e. narcotráfico). Debido a que no hay contacto posterior con los padres y familias, como en el caso de las extorsiones y secuestros, es imposible ejecutar operativos policiales y militares de entregas controladas y de rastreo  telefónico para determinar la ubicación de los delincuentes. En tercer lugar, es imposible encontrar un patrón en las víctimas (todos los niños son vulnerables).

En cuarto lugar, gran parte de los rituales realizados por estas organizaciones pueden ser perfectamente legales. Por ejemplo, reunirse para adorar a alguna deidad no es un delito tipificado en ningún código penal. Todo lo contrario, es un derecho protegido por la libertad de rito, de libre expresión y de creencia consagrada en las constituciones nacionales.

En quinto lugar, algunas de las actividades que son socialmente condenables, tampoco son un delito. Por ejemplo, matar un animal, como un gato negro ¿es un delito? es una discusión que sigue vigente. Hay quien dice que sí es un delito porque se trata de violencia contra los animales, que son seres sintientes; y hay quien dice que no es un delito por la misma razón por la que tampoco es un delito matar un pollo para comérselo. En cualquier caso, difícilmente un juez pueda dictar penas de cárcel a un grupo de personas que mataron a un gato o a un perro en un ritual. En sexto lugar, estas sectas no necesitan ejercer control permanente ni con violencia armada sobre algún territorio.

Por último, los investigadores criminales no están entrenados para entender este tipo de organizaciones. Incluso podría interpretarse como un procedimiento ilegal que la policía investigue este tipo de organizaciones, si no hay evidencia o sospecha de que estén cometiendo un delito. Sería muy difícil encontrar un departamento de policía en Latinoamérica que tuviera una oficina enfocada en la investigación de sectas.

Comprender la mente criminal es esencial para neutralizar la realización de un delito. Lamentablemente, en Latinoamérica no investigamos a las organizaciones criminales cuya lógica criminal (porque sí existe lógica criminal) se sale de los parámetros clásicos a los que estamos acostumbrados. Nuestros especialistas no están entrenados para combatir esta antiquísima y horrible tradición. Por lo tanto, podemos comenzar con quitarles a estas sectas criminales secretas uno de sus principales poderes: el anonimato.

Debemos hablar de esto.

Comparte este artículo:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *